Última actualización: 19 de Marzo de 2019
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La histamina existe naturalmente en nuestro organismo. Se produce y almacena en células gástricas, neuronas, en los gránulos de los mastocitos y basófilos y en otras células. Es un neurotransmisor neuronal y un inmunoestimulante (Kovacova 2015).
Con ciertos estímulos (frío, calor, trauma, vibración, ejercicio intenso, relaciones sexuales, alcohol y ciertos alimentos) los mastocitos eliminan histamina en el plasma sanguíneo, provocando síntomas de reacción alérgica (Maurer 2008).
Ciertos alimentos son ricos naturalmente en histamina; en otros, la histamina se produce por un proceso de fermentación (quesos, vino, cerveza, yogur…) o por contaminación/putrefacción de pescado o carne (Visciano 2014).
Una alergia a mariscos u otros alimentos, provoca una liberación endógena exagerada de histamina por degranulación de los mastocitos del organismo y provoca síntomas locales conocidos como urticaria: rubor, inflamación, ronchas, habones, calor, dolor y picor. Aunque la mayoría de reacciones alérgicas se quedan en una urticaria, algunas pueden llegar a dar un cuadro grave de anafilaxia-choque: broncoconstricción, dificultad respiratoria, cefalea, hipotensión, vómitos-diarrea...
Un exceso de alimentos ricos en histamina o el consumo de pescado (Visciano 2014) u otro alimento en malas condiciones pueden causar síntomas similares a los de una reacción alérgica (Wantke 1993).
A fecha de última actualización no encontramos datos publicados sobre la excreción de histamina en leche materna.
La mayor parte de la histamina interna que se libere en una reacción alérgica no está circulando en plasma, ya que se fija en los tejidos que inflama, provocando los síntomas de rubor, picor, etc. Luego, es improbable que pase a leche materna en cantidad significativa.
Si lo que ha ocurrido no es una reacción alérgica sino un consumo excesivo de alimentos ricos en histamina o un consumo de alimentos en mal estado (con exceso de histamina), a pesar de los mecanismos intestinales que frenan su absorción, puede incrementarse la concentración de histamina en plasma.
La histamina se elimina rápidamente del plasma, con una semivida de eliminación de entre 3 y 11 minutos (Hale 2017 p 450, Middleton 2002) y 0,75 a 1,5 horas (EMA 2013), siendo el aclaramiento dos veces más rápido en las mujeres (EMA 2013).
La leche materna tiene el poder de degradar la histamina por contener como factor antiinflamatorio la enzima histaminasa (Lawrence 2016 p183). Es decir, que lo poco que pueda haber pasado a leche será destruido en la propia leche y no llegará al lactante.
Esta misma enzima, la histaminasa o diaminoxidasa (DAO), presente en el intestino delgado y colon ascendente (y riñón), destruye la histamina ingerida e impide normalmente su paso a plasma en cantidad significativa (Kovacova 2015, Kanny 1999).
Los lactantes estarían así protegidos de un posible exceso de histamina en la leche materna, salvo quizás en caso de prematuros y durante el periodo neonatal por inmadurez de los sistemas intestinal y renal.
Salvo un caso publicado de una reacción alérgica leve en un recién nacido de 12 días tras mamar una hora después de que la madre fuese picada en el labio por una abeja que le provocó una reacción extensa en la cara (Kaya 2012), no hay ninguna publicación que relacione una urticaria u otra reacción alérgica materna con problemas en el lactante.
Autores expertos consideran compatible la lactancia con enfermedades en las que hay gran liberación de histamina: urticaria, mastocitosis e incluso enfermedades o síndromes pruriginosos del embarazo (Lawrence 2016 p617). Algunos consideran prudente esperar a amamantar dos horas tras la exposición (Hale 2017 p450) o hasta haber tomado un antihistamínico.
Los medicamentos para tratar una reacción alérgica son compatibles con la lactancia: antihistamínicos (eligiendo los que producen nula o escasa sedación: Lawlor 2014), adrenalina y, aunque frecuentemente mal empleados, corticoides.
La reacción alérgica materna provocada por el amamantamiento es una entidad muy rara; no ocasiona problemas en el lactante pero precisa la administración de antihistamínicos a la madre y, si la reacción es grave (anafilaxia por lactancia), hay que interrumpir la lactancia (Durgakeri 2015, McKinney 2011, Shank 2009, Villalta 2007).
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