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La zonisamida se excreta en leche materna en cantidad que podría ser clínicamente significativa, ya que el lactante recibe una dosis relativa muy superior al 10% (Pack 2006, Crawford 2005, Tomson 2005, Shimoyama 1999, Kimura 1998)
Pese a esta alta excreción en leche materna, los lactantes amamantados por madres que tomaban zonisamida no presentaron problemas clínicos (Shimoyama 1999) y sus niveles plasmáticos de zonisamida eran sólo entre un 15% y un 17% de los medidos en la madre (Kawada 2002, abstracts-P55 2011).
Dada la farmacocinética poco favorable para la lactancia con baja unión a proteínas y lenta eliminación del fármaco (Jacob 2016) y el poco número de publicaciones existentes en relación con la lactancia (Reimers 2014), puede ser aconsejable elegir antiepilépticos de más conocida seguridad (Hutchinson 2013, Davanzo 2013).
Si se administra durante la lactancia utilizar la dosis mínima eficaz y vigilar en el lactante (Reimers 2014) apetito, curva de peso, desarrollo psicomotor, irritabilidad, diarrea, deshidratación o acidosis, pudiendo convenir medir mensualmente niveles plasmáticos en el lactante (Davanzo 2013, Pennell 2003).
Algunos autores proponen una lactancia parcial para disminuír la dosis que recibe el lactante a través de la leche materna (Ando 2014).